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    Los peligros de la hipertensión maligna

    La hipertensión maligna es una forma grave de hipertensión que causa daños en uno o más sistemas orgánicos. Si bien es raro que solo alrededor del uno por ciento de las personas con antecedentes de hipertensión maligna por presión arterial alta pueda causar daños irreversibles e incluso la muerte si no se trata de inmediato.
    La hipertensión maligna se define como una lectura de presión arterial superior a 180/120. Por el contrario, una presión arterial normal es algo inferior a 140/90.
    Si bien todos los sistemas de órganos principales corren el riesgo de lesionarse en un evento hipertensivo maligno, los riñones, los ojos, el cerebro y el corazón son los más propensos a sufrir daños. La hipertensión maligna se desarrolla rápidamente y causa la rotura de vasos sanguíneos más pequeños en todo el cuerpo..

    Causas

    Las causas de la hipertensión maligna no se conocen bien. En muchos casos, parece ser el resultado de múltiples factores contribuyentes. Entre ellos:
    • Detener los medicamentos para la presión arterial alta
    • Antecedentes de insuficiencia renal o estenosis (estrechamiento de las arterias renales)
    • Hipertensión gestacional durante el embarazo o ciertas complicaciones relacionadas con el embarazo como la preeclampsia
    • Personas con enfermedad vascular del colágeno como la esclerodermia
    • Tumores de la glándula suprarrenal. 
    Si bien un antecedente de presión arterial alta se considera fundamental para el riesgo, otros factores totalmente relacionados pueden desencadenar un episodio de hipertensión maligna. Estos incluyen el uso de drogas ilegales (como cocaína o metanfetamina), píldoras anticonceptivas, traumatismo craneal y lesiones de la médula espinal..
    Algunos de estos factores pueden explicar por qué las personas más jóvenes son más propensas a la hipertensión maligna que los adultos mayores. Por el contrario, los adultos mayores tienen más probabilidades de tomar medicamentos antihipertensivos, lo que reduce su riesgo.

    Los síntomas

    Debido a que la hipertensión maligna afecta a los órganos más sensibles a los cambios en la presión arterial, los síntomas dependen en gran medida de la ubicación de la lesión vascular. Algunos de los signos más comunes incluyen:
    • Visión borrosa
    • Dolor de cabeza
    • Dolor de pecho 
    • Latido del corazón irregular
    • Hemorragia nasal
    • Falta de aliento
    • Sensación de hormigueo, entumecimiento, ardor o picazón en la piel
    • Desmayos o mareos
    • Reducción de la producción de orina.
    • Náuseas o vómitos
    • Estado mental alterado
    • Estallido de los capilares retinianos
    • Convulsiones
    Si bien estos síntomas no son exclusivos de la hipertensión maligna, están asociados con una serie de afecciones potencialmente graves, como ataque cardíaco, accidente cerebrovascular o insuficiencia renal. Solo por esta razón, síntomas como estos nunca deben ser ignorados..

    Tratamiento

    El diagnóstico de hipertensión maligna se realiza al tomar la presión arterial de la persona. Los diagnosticados deben ser ingresados ​​inmediatamente en el hospital para una observación y tratamiento cercanos. Dependiendo de la gravedad del evento, puede ser necesaria la admisión a cuidados intensivos.
    Se utilizarán medicamentos intravenosos para reducir gradualmente la presión arterial, incluidos nitroprusiato de sodio y nitroglicerina. La función del riñón, el cerebro y el corazón también se puede monitorear de cerca para evaluar cualquier irregularidad que requiera intervención de emergencia. En casos extremos, se puede usar el sangrado si los medicamentos intravenosos no funcionan lo suficientemente rápido..
    Una vez estabilizadas, se pueden ordenar pruebas de imagen para verificar si hay sangrado o lesión importante. Estos pueden incluir ecografía, tomografía computarizada (TC) o imágenes por resonancia magnética (IRM).
    Una vez que la persona está lo suficientemente estabilizada para ser liberada, se pueden recetar medicamentos antihipertensivos, como los bloqueadores beta o los inhibidores de la ECA, si aún no se han administrado..